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Puedo contar 74 edificios de arquitectura moderna desde la punta más alta de Mont Royal. A mi espalda, sin embargo, un grupo de edificios antiguos se empeñan en apretujar mi corazón. Ya hace rato que amaneció en la bahía, cerca de donde el Oratorio de Saint Joseph se ilumina y me conmueve. Pienso en las dos ocasiones en que se ha roto mi corazón durante la noche. En verdad son dos la veces que se ha roto a lo largo de mi vida: una la vez que murió mi padre, dos la vez que reconocí que era capaz de hacer llorar a una mujer. Puede haber sido mi madre o mi prometida, da lo mismo: hay fronteras que tienen que permanecer infranqueables, hay viajes que es preciso evitar. De esta enseñanza procuro encuentros que conducen a nada, como el de Geneviève en el Metropolis o el de Chantal, a quien conocí en el mismo festival de música electrónica. Escuchábamos a Thomas Fehlmann interpretar Soziale Wärme cuando quedamos de vernos en la estación de Sherbrook, cerca de las tiendas de pornografía y los escuálidos chichifos. Nunca llegamos.
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10/08/09