Sobre los paisajes vistos desde arriba Hay un tiempo en el que la gente se suspende: apartándose de la estación del transporte colectivo, cuando se conduce hacia la cena, y los maridos esperan, y las mujeres miran desde la ventana un cielo que se ennegrece en esta capital ya de por sí ennegrecida. Pienso en lo que no está aquí, pero ganan más estas estampas: desde que vivo en Ciudad de México todo ha ido tan de prisa, y si al principio la ciudad me atragantaba, ahora me ha propuesto una tregua de sirenas policiacas y mendigos que deambulan pidiendo pesos. Anoche sostuve una discusión desgarradora que me hizo sentir extraño en mí. Poco después, en la marugada y mientras los mosquitos masticaban mi piel, soñé que flotaba sobre la ciudad. Desde arriba miré cómo caminaba para verme entrar al Covadonga o darle un beso a la pared de un mercado en la Condesa o encelarme de los fieles que abarrotaban las parroquias del Centro Histórico. Pero casi llegaba más allá, a los márgenes. Entonces desperté.
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11/07/08