iLos escritores somos unos pinches lectores envidiosos. Mi envidia nunca la he negado, especialmente en las conversaciones drunkie con mis amigos escritores. Antier en el
Dandy del Sur, por ejemplo, confesé a
Rafa que su cuento la Chica del Iketa (aka. Pánico en Iketa) había logrado removerme un el corazón, o mejor dicho los intestinos. Agradezco la paciencia de Rafa, quien -sospecho- siempre me ha visto como un hermanito menor al que desearía callar con una bofetada. Ese día había pasado la tarde con
Heriberto Yépez y Eduardo Andrade, grandes amigos con quienes mantengo, cada vez que nos reencontramos, las conversaciones más bizarras e iluminadoras de mi vida. Los tres, sobra decir, somos admiradores de Rafa. Estábamos mirando la calle vacía desde el porche de Eduardo, cuando concluímos que el estilo era un compendio finito de fórmulas secretas. Rafa es una fórmula excitante (sin albur, por favor).
iiAnoche, a días de haberme separado de Berenice, decidí salir a la fiesta de cumpleaños de
Efrén Miranda. Su departamento es un loft tijuanense donde imagino a Efrén parado como un pinguino ante la vista imponente de las torres de Tijuana. Fui con Claudio y Kevin, noche de solteros al fin y al cabo, celebrando el orgullo de la testosterona que fluye en las a veces vacías noches. La fiesta estaba retacada de chicas y paella. Entre ellas, Berenice. También otras dos mujeres por las que llegué a meterme en problemas en aquella relación de 5 y pico de años. La fiesta, sin embargo, era muy buena. El vino no estaba mal y el arroz no estaba tan pasado de azafrán. Pero terminé mejor en el
Pub de la Chapultepéc, indeciso acerca de qué sentir sobre los rumbos que toma el destino. Lllegué a casa vomitando en el escusado una mezcla pestilente de bilis, vino ecológico y un clamato sin almeja que me prepararon para que disminuyera la cantidad de incoherencias que vociferé mientras nos corrían del lugar. Me metí al messenger: siempre lo hago en la madrugada, como si se tratara de entrar a un sueño anticipado o a una realidad paralela. No había absolutamente nada ahí, así que navegando me encontré con un cuento de Rafa. Más que sentirle envidia a mi "hermano" mayor, sentí un peso menos de encima. Y fue iluminador: Alguien había dicho lo que en esa noche yo sentía.
Pinchen ahí:
http://bukonica1.blogspot.com/2004/10/11-lejos-del-noise.html***
08/04/07