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Una ráfaga de 9 impactos de bala me despertó esta madrugada. Las ventanas habían temblado del estruendo, por lo que supuse que habían disparado cerca. Me asomé por la ventana, pero no vi nada fuera de lo común. Hacía mucho frío y las cobijas seguían calientes; sin pensarlo, regresé a la cama. Cuántas veces no he soñado suponiendo estar despierto, me dije. Horas después, recordé que el siguiente día sería mi úlimo día de trabajo en la Agencia de Publicidad. Soñé con un pastel y una banda colorida que me ponían como premio a mi desempeñó. Por ello, desperté un poco agitado. Seguía de noche, pero el paisaje afuera había cambiado: un grupo de agentes de la AFI se apostaban afuera en sus camionetas de vidrios polarizados. Me acordé de la historia de una chica que se pegó un tiro en la barriga, hinchada por sus siete meses de embarazo. Me acordé, también, de la noche en que me emborrache con Berenice en una cantina del Bajío mexicano; ahí, un hombre que nos había convidado dos asientos en su mesa nos repitió una y otra vez "no pasa nada, no pasa nada". Horas después de levantarme en la madrugada, supe que se trataba de un atentado contra el jefe de escoltas de Jorge Hank. La víctima vive en un departamento en los condominios al lado de mi casa, donde es común ver camionetas blindadas y gente vestida con chalecos antibalas. Hasta hace poco, una chica que vive en otro de los departamentos recibía serenatas con regularidad. Al igual que el resto de mis vecinos, no conoco a la chica. Supongo que se puso de novia con la persona que la visitaba con mariachi.
Foto de Sergio Ortiz.

23/01/07
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