Porfin terminé la sesuda guía histórica (e ilustrada) del canibalismo en occidente que compré recientemente en Buenos Aires. Se trata de un libro, evidentemente, para gente morbosa y con ánimos de lecturas científicas descaradas y sin tapujos. Buena parte se le dedica a los asesinos seriales del siglo XX y, para mi sorpresa, al jugoso catálogo de cine mondo que tanto me gustaba en la infancia. El libro, en un tono ñoño y moralino, pretende dar una idea panóptica de la miseria ética en que ha caído nuestra civilización. El canibalismo se practica por múltiples razones, apunta la autora: desde para evitar la hambruna, hasta para llevar a cabo algún ritual mágico-religioso. Pero una cosa es segura, agrega: el canibalismo representa la transgresión absoluta de los tabúes occidentales. Estoy de acuerdo en que comernos los unos a los otros apela a todo lo prohibido en occidente, apenas atisbado en los besuqueos y mordiscos a la hora del sexo y del amor. Pero en el fondo, creo, el canibal occidental no es un transgresor sino un cursi: pretende hacer suyo al otro, a través de cierto empowerment "gore", de tal modo que la humanidad comulgue en una sóla carne, en un sólo cuerpo.
12/12/06
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