[f][l][o][r][c][a][n][í][b][a][l][@][d][f]

Perdí el encanto ante las fiestas decembrinas. Esta será la navidad más insípida de mi vida, luego de haber confirmado que el 25 no era más que un número en el calendario. Antes se trataba de una oportunidad para ver a mis primas en sus mejores garras o de estrenar juguete en el cuarto de televisión. Me recuerdo en pijama de cuadritos, tirado en la alfombra beige de la casona en la Colonia Cacho. Mientras, los adultos se emborrachaban con vino corriente comprado en Vons y el tocadiscos escupía un villancico en las empalagosas voces de Yuri y Emmanuel. Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. Tengo 9 años que no veo a la mayoría de mis primos, ya nadie habita la vieja casa y, al menos donde ahora vivo, no creo que el olor a pavo y frutas secas inunde el comedor. Ahora el sueldo mísero, la libídene insatisfecha y las novedades pretensiosas en los anaqueles de Borders han desplazado mi cosquilleo previo a la nochebuena. Mi mente ya se ocupa de otras cosas, como en pensar en lo cobarde que es uno a veces ante el amor o en la razón por la que este año anciago no cumplí la tercera parte de mis planes. Y nada de aquello quedará ante el absurdo cotidiano. Puedo ver que a partir de ahora mi navidad será un sillón de visitas en la espaciosa sala de la casa de mi hermana: puedo ver que a partir de ahora mi navidad será un plato frío de pavo y arándanos comprado en Villa Saverios: puedo verlo, mi navidad será un remordimiento por lo que hice y por lo que no durante el año y también será un alzar de copas tembloroso, inseguro del porqué carajos se está brindando. Mi navidad, lo más seguro, será un inclinamiento de cabeza mientras llevo mis manos a los ojos y reviento en un llanto aniñado, pidiendo auxilio.