Tantas bodas y tantos funerales
Falta poco para la primera de una serie de bodas a las que he sido invitado este verano. Entre éstas se halla la de una de mis mejores amigas: se trata de una chica lindísima e inteligente que está perdidamente enamorada de un hombre apuesto, responsable y simpático que ha terminado por caerme bien. Mucho antes, mi amiga se había hundido en una relación de muchísimos años que casi la conduce al barranco sentimental. Poco después de escapar de aquel bodrio de relación conoció a su actual prometido y, a los poquísimas semanas, se comprometieron. No por nada casarse tan pronto es la única posibilidad feliz del matrimonio. Qué sentido tiene hacerlo a los 8 o 9 años de noviazgo, cuando vivir con la misma persona con la que has compartido tus miserias emocionales se antoja una redundancia. El matrimonio es un buen pretexto para aventurarse a conocer sexualmente a alguien (y todo las superficialidades que ello implica), al menos hasta antes de firmar el acta de divorcio. Pero de ahí en fuera, no hay nada más.
14/06/06
***