Nietzche o la misantropía como un recurso de supervivenciaCuánta razón tenía Zaratustra en llorar la muerte de Dios, allá en los confines solitarios de la montaña. Fue allá dónde se le reveló la pequeñez del alma humana: siglos pasarían (y siguen pasando) sin que reparemos en nuestra enorme orfandad. Antes preferimos encolerizarnos por las razones más absurdas o reirnos de los chistes más estúpidos, como si al dar estas patadas de ahogado se nos ofreciera una pizca de sentido a la existencia. La comprensión de este principio nietzchezano me orilló a la misantropía. Se me ha acusado, en los círculos sociales a los que acudía hace apenas unos meses, de ser un mamón, un creído, un tipo descaradamente sinverguenza, alcohólico, misógino, mentiroso, patético y, por si fuera poco, cursi. De todo un poco me han atribuido. Pero, en el fondo, sufro: esperando un nuevo amanecer lloro con amargura. Por supuesto que sufro y lloro: pero no por mí, sino por ellos.
21/04/06
***