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Ciudad de México, contrario a lo que se piensa, te hiere el ego. Por eso en algunos se enardece. Nunca he visto tanta gente enmascarada y frustrada como en el DF, la ciudad que te orilla al completo anonimato. A ser nadie. El camino del Mago, el arcano primero, es el camino de la impetuosidad, de la acción joven. Es el camino del primer amor, de los comienzos. Es el arcano de la creación, es decir: de la inmadurez. Y, por cierto, es el arcano de la malicia. Hasta hace poco, El Mago arrancaba la mayoría de mis tiradas en la baraja de Marsella. Estar en Ciudad de México, sin embargo, me hace transitar hacia El Ermitaño, el arcano de la crisis y, por ende, de la sabiduría. En el Tarot antiguo, el Ermitaño parece huir, ir en retroceso, pero no: simplemente va hacia adentro. El Ermitaño, como el defeño, está solo. Estar fuera de casa es iniciático. El desprendimiento de lo que crees que te pertenece te incia en un tránsito hacia el desplazamiento, hacia El Mundo que precisa de la soledad y del anonimato. En el I Ching, el libro de las mutaciones, la leccion fundamental es que el crecimiento no se da de forma vertical, como en las plantas o en los bebés (mera ilusión), sino como en las olas que provoca el impacto de una piedra en el estanque. Como en el huevo que encierra el arcano del Mundo, aquel que esta lejos y a la vez en el centro.

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