La herencia infrarrealista
La
inteligencia mexicana (sí es que la hay) no ha hecho justicia suficiente a José Vicente Anaya (Chihuahua, 1947), autor de
Híkuri (1989), la épica introspectiva de un vate que es poseído por el espiritualismo más ennoblecedor y ajeno a los convencionalismos que todavía atrofian a millones de mexicanos. Vicente ha sido el promotor incansable de un estilo de vida raro entre los intelectuales: la congruencia; además, es el responsable de una de las aportaciones más características de la literatura latinoamericana (revelada hace un par de días por mi amigo
Heriberto Yépez): el manifiesto infrarrealista, un compendio de principios humanos destinado a replantearnos las razones por las que los artistas decidimos dedicarnos a ésto desde un principio. Vicente ha sido el más grande de mis maestros y yo, en ese entonces, era un pelmazo que creía que escribir era apuntar idioteces en las servilletas del Sanborn's. El grupo lo integrábamos los post-adolescentes más excéntricos de Tijuana, entre ellos Heriberto y yo, quienes años después hilamos de manera inconsciente las enseñanzas del maestro con el contenido de una novela profética,
Los detectives salvajes (1998), del chileno Roberto Bolaño. Bolaño, para nuestra sorpresa, también escribió un manifiesto infrarrealista y compartió con Vicente severas borracheras. Algo que hacemos regularmente en el Dandy el mismo Hache,
Rafa,
Mayra,
Pedro, a veces Otis o Julio, y yo. De tal palo tal astilla.
06/03/06
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