Caro, cariño, cariñosoMis mejores textos los he escrito hundido en la miseria. En todos los sentidos, escribir te sale caro. Invertir horas-hombre en una actividad que poco te va a dar a cambio es peor que perder la tarde del domingo viendo un reality show. Fuera de lo esconómico, el asunto no es mejor. Hay un equilibrio preciso de serotonina y dopamina en el cerebro que posibilita la escritura. Es una especie de lapsus depresivo que orilla a cualquier pelmazo que sepa poner acentos y puntos en donde se debe, a buscar un destello eufórico en sus verborreas egocéntricas. Sin trabajo, sin pareja, con apenas uno que otro amigo a quien le mendigo una cerveza: quién iba a pensar que aún en ese estado me hallo feliz (como una lombriz) en la amarga soledad de un teclado.
19/3/06***