Cultura,
business o espectáculo, la propuesta de
InSite_05 quedó a medias entre la antropología light y un discurso curatorial acartonado.
La quinta edición del programa más ambicioso de arte contemporáneo en la región Tijuana/San Diego se antojaba una posibilidad para que al menos uno de los 22 artistas involucrados incidiera de manera crítica en los complicados procesos sociales de la frontera. Sin embargo, la inevitable institucionalización del proyecto y, en mayor medida, la obtención de millonarios apoyos económicos parecen haber orillado al equipo curatorial a fungir como una especie de legitimador de esta "meca cultural" (Newsweek dixit) factible para las inversiones extranjeras.
La dispareja selección de 22 proyectos invita a pensar que la ambición intelectual de llevar la "práctica artística al dominio público" terminó siendo un diatriba romántica, una etiqueta coleccionable para ideólogos light, o bien: la maquiavélica orquestación de piezas para un museo del siglo XXI en el que los privilegiados amantes del arte posmo acceden en tours curados al Tercer Mundo.
El ejército de curadores encabezados por Osvaldo Sánchez se aboco a delinear el mapa del mito fronterizo al servicio del morbo gringo. Proyectos como el de la elaboración de unos tennis para migrantes (Werthwin) o la desperdigación de un rumor positivo sobre Tijuana (Wrange) parecieron más una broma pesada para los localeños que un dialogo con esa inmensa mayoría que ni siquiera se enteró del proyecto.
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