Para perder el tiempo leyendo o la ociosidad es mi madreEs el temperamento melancólico el menos apreciado de
Lezama. El viejo, afecto a las grandes vergas y a las conversaciones eruditas, supo ofuscar la tristeza del encierro y el desamor en una intempestuosa y exquisita verborrea, siempre regodeada de amistades carnavalescas y del sentir seguro que su nombre, sin duda, estaría escrito en la posteridad. Pero también el genial autor de
Paradiso sobrevivía con estoicismo su soledad, recorriendo con excesiva lentitud su enorme biblioteca. "Toda mi vida he tenido una cantidad de dolor que me fue asignada por el destino (...) la misma que he logrado masticar en la sucesión de mis días", escribió a sus hermanas. ¿Qué he aprendido de Lezama? La "construcción desbordante de palabras" -lo que en realidad quiere decir: escribir como
alternativa al desmoronamiento.
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