El mejor regalo de cumpleaños es una fiesta,
o sea: la que no se me hizo a los quince años. O no. Mejor: un shooping spree en Fashion Valley: un bonito Cabriolet: un príncipe azul. Pero mis papás se lo ahorraron. Mejor me dieron un secreto. El que guardaron desde siempre.
Que no soy niña, sino niño.