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Juan Carlos Reyna (Tijuana, 1980) es músico y escritor. Aunque despanzurra en numerosos periódicos y revistas, es en esta bitácora donde revela sus entrañas más agrestes, su intimidad acojonada.
balacera 1
mi primer contacto con una bala no fue de lejos. se murió un judicial enfrente. lo mató un morrillo pinche. le habia dicho que no estuviera haciendo su desmadre en la calle. pero ese cabroncito era bien delicado. cualquier cosa le emputaba. siempre traía una .45 bien cargada, lo suficiente para volarle los huevos a un judicial de mierda. y yo sé lo que sintió ese morrillo: sintió muy rico. luego luego como que aprendió a moverse. luego luego, como si estuviera en una película. fue como ir en el carro gris, ese que tanto me gustaba. era un carro bien brilloso que no tenía techo. fue como ir a la casa de mi morra y gritarle desde afuera. cae'le miamor, vamos a pasear. fue como cuando se montó y nos fuimos a dar un rol por lomas. fue como meterle la verga bien rico. fue como coger mientras un ojo lo miraba para atrás. por si venían a pedirme que no hiciera mi desmadre en la calle.
balacera 2
soñé que era el fin del mundo. que se terminaba porque el mundo de pronto se llenaba de palabras. todo estaba hecho de palabras y todo terminaba. que las paredes de mi cuarto se llenaban de palabras. que las sábanas de mi cama se llenaban de palabras. que las palabras se subían a mi cuerpo. que las sentía. que iban sobre mí esas palabras y la palabras se metían a mi oído, a la boca y me asfixiaban. despertaba con muchas encima de mí. llegaba a pensar que la única manera de callarlas era dándome un tiro. de repente tenía ganas que decirlo todo. sacar todas las palabras de mí, pero eso era peor que disparar. si disparaba más palabras se me meterían a la cabeza. la palabras me iban a llevar bien lejos. no podía escapar. las palabras también eran como balas, pero de salva, de las que no matan. así terminaba el mundo. como que no terminando del todo. nomás lleno de palabras.
mi primer contacto con una bala no fue de lejos. se murió un judicial enfrente. lo mató un morrillo pinche. le habia dicho que no estuviera haciendo su desmadre en la calle. pero ese cabroncito era bien delicado. cualquier cosa le emputaba. siempre traía una .45 bien cargada, lo suficiente para volarle los huevos a un judicial de mierda. y yo sé lo que sintió ese morrillo: sintió muy rico. luego luego como que aprendió a moverse. luego luego, como si estuviera en una película. fue como ir en el carro gris, ese que tanto me gustaba. era un carro bien brilloso que no tenía techo. fue como ir a la casa de mi morra y gritarle desde afuera. cae'le miamor, vamos a pasear. fue como cuando se montó y nos fuimos a dar un rol por lomas. fue como meterle la verga bien rico. fue como coger mientras un ojo lo miraba para atrás. por si venían a pedirme que no hiciera mi desmadre en la calle.
balacera 2
soñé que era el fin del mundo. que se terminaba porque el mundo de pronto se llenaba de palabras. todo estaba hecho de palabras y todo terminaba. que las paredes de mi cuarto se llenaban de palabras. que las sábanas de mi cama se llenaban de palabras. que las palabras se subían a mi cuerpo. que las sentía. que iban sobre mí esas palabras y la palabras se metían a mi oído, a la boca y me asfixiaban. despertaba con muchas encima de mí. llegaba a pensar que la única manera de callarlas era dándome un tiro. de repente tenía ganas que decirlo todo. sacar todas las palabras de mí, pero eso era peor que disparar. si disparaba más palabras se me meterían a la cabeza. la palabras me iban a llevar bien lejos. no podía escapar. las palabras también eran como balas, pero de salva, de las que no matan. así terminaba el mundo. como que no terminando del todo. nomás lleno de palabras.
