El mitómano III
No puedo evitarlo. Soy un mentiroso como pocos. Mi virtud radica en cierta ceguera moral que me impide distinguir entre lo malo y lo bueno, lo falso y lo verdadero. Soy mentiroso no por inmoral, sino por amoral. Pero además de esto, deje de creer en las palabras. Y no hace mucho: cuando descubrí que, como en el poema de Enzenzberger, decir orgasmo no era lo mismo que un orgasmo. Mi virtud tiene algo de pérdida de valores, pero también de sexualidad frustrada.