El dolor físico es nuestra única posibilidad de reconocernos.
El dolor de cuerpo permite reencontrarnos, por eso es preciso un poco de migraña insoportable, una apendicitis aguda, un aguja atravesando la nariz para saber que estamos
aquí, y no perdidos en los laberintos inútiles de la imaginación, de la mente y otras frivolidades.